Comentario y
posibilidades de reflexión y debate
El filme arranca con un plano
sobre unas flores rosas que se va abriendo hasta mostrarnos a unas
niñas negras que juegan alegres y despreocupadas en un campo soleado
y florido. Es la imagen de la felicidad total. Pero esta idílica
situación se truncará pronto por la llegada del padre, quien
introduce una violencia que constituirá la columna vertebral de todo
el relato. Semejante planteamiento, unido al hecho de que la
película esté protagonizada por negros en Estados Unidos, puede
llevarnos a la idea, fácil, de que asistimos a una historia de
liberación del oprimido frente al opresor. Incluso, viendo que la
violencia emana de la familia, podríamos aventurar una crítica
despiadada contra esta institución. Pero el detalle de que, salvo en
escasas y marginales ocasiones, los opresores de los negros sean los
de su propia raza, arroja una sospecha de ingenuidad sobre esta
lectura.
La visión de la familia puede
resultar, de entrada, ambigua. Por una parte, padre y marido
representan para la protagonista la fuente de todos sus
sufrimientos. Por otra la relación de las dos hermanas supone la
única válvula de escape a la situación. Estaríamos ante una
ambivalencia que podría responder a la complejidad del problema. Sin
embargo Spielberg no parece sentirse cómodo con un planteamiento de
este tipo, y pronto pondrá las cosas en su sitio. La dualidad se
decantará rápidamente hacia uno de sus polos: el problema no es la
institución familiar, sino una mala concepción de ella. La familia
no es mala; lo malo son las malas familias. Así, los hijos de Celie,
tal como le cuenta su hermana, son felices, pues crecieron en una
familia rodeados de cariño, y es ella misma la que, azares de la
vida, se encargó de cuidar de ellos. Por otra parte Sofía encontrará
la felicidad en el reencuentro con sus hijos durante la Navidad,
todos juntos alrededor de la mesa bajo la sombra protectora y
callada de Celie.
Todo ello queda perfectamente
expuesto en la historia de Sofía. Mujer independiente y segura de sí
misma, su rebeldía la conducirá a la destrucción física y moral. La
agresión al blanco no sólo le acarreará tortura y cárcel, sino que
acabará además siendo criada de su agresor y, lo que es peor,
separada de su familia. Pero si eso no fuera suficiente, ni siquiera
le resta la dignidad del pensamiento libre: en un momento de
desesperación de Celie, le dice: «No lo haga Señora Celie, no vaya a
pasar usted también por todo lo que he pasado yo».
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